domingo, 24 de octubre de 2010

La Nueva Izquierda y la Democratización de los Pueblos Bolivianos


El objetivo de este texto es presentar una línea de hechos acaecidos y reflexiones existentes acerca del proceso político que ha acontecido en Bolivia y la ha situado dentro el eje posneoliberalista reconocido como la nueza izquierda Latinoamericana. Se pretende encaminar la visión del proceso hacía un terreno que nos permita cuestionarlo desde la óptica democrática de manera que podamos concluir con una línea propositiva.

La izquierda aparece políticamente en Bolivia a principios del siglo XX en un entorno urbano. Influenciadas por el anarquismo y el socialismo aparecen las primeras organizaciones sindicales, de estudiantes y obreras. Del ámbito ciudadano no tardó en saltar al electoral y aparecieron los primeros partidos políticos marxistas en la década de los 30. Este primer período finaliza con la revolución del 52.

Este mismo año tiene lugar la Revolución Nacional, que como su nombre indica tiene un alto contenido nacionalista. La izquierda en este período tiene como referentes la oleada guerrillera que Latinoamérica vivió y que trajo a Ernesto Guevara a territorios Bolivianos y, por otro lado, la creación de la Central Obrera Boliviana, que asumiría el liderazgo del discurso antihegemónico. Durante este período comenzó a generarse un corpus intelectual indígena e indigenista.
Una tercera fase coincide con la implantación y goce hegemónico del neoliberalismo a partir de 1985. Aquí el sindicalismo pierde fuerza política y social pero surgen otros actores y discursos contestarios al imperio como el indigenista. El sindicalismo campesino adquiere fuerza. La principal acción política de la izquierda fue la de acumulación, principal activo de la siguiente fase.
La cuarta fase coincide con la llegada del nuevo milenio y tiene dos grandes escenarios. La acción colectiva y el escenario político electoral. Por un lado los movimientos sociales comienzan a marcar una agenda clara al margen de las canalizaciones clásicas de un estado que ya estaba en crisis de legitimidad y que fue identificado como el principal garante del neoliberalismo. Esta agenda proclamaba la nacionalización de los recursos y una asamblea constituyente. Por el otro lado, la alternativa electoral de esta nueva izquierda, el Movimiento Al Socialismo accede al poder en 2005.

Una constante se mantiene en todas las fases y que es interesante resaltar. La vida política de la izquierda ha tenido mucho más poder al margen de los canales típicos de acceso al mismo estipulados por el dogma liberal-representativo. La prueba es que la base electoral del MAS procede de este magma ciudadano reconocido como movimiento social. El sindicalismo campesino y sus dinámicas de autogestión tuvieron en la historia Boliviana episodios de más poder que el propio estado, cuya institucionalidad apenas llegaba a todo su territorio. Las organizaciones indígenas y comunitarias han formado un tejido social de gran calado.

A la hora de presentar la base ideológica del actual gobierno se suele coincidir en que su discurso se articula en base a tres grandes pilares que a permitido al MAS acceder a tres grandes grupos de apoyo. Por una lado el nacionalismo popular, con su contenido antiimperialista y de defensa de la soberanía mediante el control de los recursos estratégicos. Siendo profano, el petróleo. Por otro lado un componente de marxismo que ha articulado el primitivo sindicalismo urbano con la posterior articulación campesina, de la que proviene el actual líder. Curioso traer a este respecto el posible papel que han jugado tanto la teología de la liberación, la instrumentalización política del movimiento sindical y el rol desempeñado por las ONG´s y la cooperación internacional. Por último, y con una importancia decisiva, el auge del discurso indigenista con su propia cosmovisión incluida. Necesario recordar aquí que la articulación de este trípode ideológico ha sido posible en la medida en que el trabajo de articulación de fuerzas políticas fruto de la militancia ciudadana ha ido aglutinando a una posible base electoral que el MAS ha sabido desde un principio ir asimilando.

Bueno, ya tenemos al Movimiento al Socialismo en el poder con un discurso y un accionar de izquierdas que contesta a la hegemonía del neoliberalismo, al imperialismo yankee y la injusticia social. Se trata ahora de presentar algunos elementos críticos que nos permitan proponer ámbitos de reflexión y acción que profundicen el carácter socialista del proceso.

En palabras del propio Garcia Linera, Vicepresidente de la república y uno de los principales referentes del apoyo intelectual al movimiento, “El socialismo es en el fondo una democracia radical”. Sin ánimos de ahondar mucho en este analogismo conceptual, si dejaremos claro que huir de visiones economicistas del socialismo permite afrontar la cuestión del poder desde su cercanía al sujeto activo de la democracia, el ciudadano. Así, se procedimentaliza el acceso a la decisión política y se huye de la visión liberal-representativa. Paradigma formal bajo el que se da el neoliberalismo y el imperio. Así la lucha por la radicalización de la democracia se transforma en la lucha por la justicia social, al margen de ideologías.
Según el mismo compañero Linera, “Hay que ver al Evismo como un fenómeno colectivo de autorepresentación colectiva de la denominada sociedad plebeya”. Desde este prisma podemos criticar al gobierno del MAS y su gestión. Hay quien ve al movimiento con un rol primordial de canalización de representantes políticos de los movimientos sociales hacía la gestión estatal. De esta manera, el estado pasaría a ir aglutinando a las fuerzas y liderazgos democráticos que fueron claves en el proceso del avance autodeterminativo que logro el cambio. Esto tiene un peligro y un fallo de fondo. Por un lado el estado debilita al poder ciudadano y no abre espacios de decisión política. Así, quien debería liderar procesos deliberativos de activación de ciudadanía y movimiento social pasa a ser un funcionario del estado. Ese supuesto gobierno de los movimientos sociales parece ser solo en el ámbito representativo (formal) y no participativo (material). De nuevo podemos hablar de democracia liberal contra democracia radical.

A modo de conclusión, hemos de reconocer la importancia de una propuesta posneoliberalista que se mantiene firme con su socialismo comunitario y creativo con su buen vivir. Una cosmovisión que rompe de frente con la linealidad, individualidad y el materialismo del modernismo occidental. El postmodernismo llega al estado y con una gran carga socialista que le devuelve fuerza y un rol benefactor, lo vuelve flexible e intercultural. Lo vuelve local, dinámico y abierto a cambios. En palabras de Boaventura “ha pasado de ser objeto de cambios a ser sujeto de los mismos”

En Bolivia, la participación ciudadana acumulativa extra-estatal fue la causa necesaria, la participación liberal-representativa fue la eficiente. La radicalización democrática, una posible vía para seguir planteando silogismos teóricos, pero sobre todo prácticos.