domingo, 14 de noviembre de 2010

México: La guerrilla democrática?



Tras la revolución Mexicana de inicios del siglo pasado, la burocracia estatal jugó el papel principal en la construcción hegemónica. El estado se adueñó del discurso revolucionario y fue creando un nacionalismo que permitiría al PRI estancarse en el poder durante casi un siglo. Las izquierdas entonces se quedaron ancladas en el debate sobre el significado de la revolución y su autoría. De esta manera se pudo ir construyendo una cultura política autoritaria que se mantiene hasta hoy. No ayudó mucho la política exterior que mantuvo el PRI, que se ganaba la confianza de las izquierdas internacionales, con lo que las luchas internas carecieron del apoyo necesario para poder plantar cara con fuerza al autoritarismo existente. A partir de los 70 la ideología nacionalista es superada y las corrientes críticas comienzan a campar con cierto auge, con la llegada del neoliberalismo y sus consecuencias sociales, nos encontramos con la revitalización de las fuerzas anti sistémicas. Así se va llegando hasta la actualidad donde, según la autora, la izquierda ha tomado la forma de multitud que fuerzas de diversa naturaleza. El mejor ejemplo de esta multitud es el apoyo al Proyecto Alternativo de Nación, que cuenta con influencias de corrientes progresistas, nacionalistas, socialistas y marxistas.

Qué bueno el dibujo organizativo que nos presenta Armando Batra. Se puede observar como la estrategia de la izquierda ha salido de la autonomía de los movimientos sociales y ha buscado una articulación entre los poderes ciudadanos y los institucionales. Así, el Frente Amplio Progresista FAP se presenta como el ente que articula a la Coalición por el Bien de Todos, de naturaleza ciudadana con el PRD, el PT y Convergencia. EL FAP pretende promover desde las instituciones lo que se impulsa desde la sociedad. Podemos ver la existencia de un frente unido capaz de plantar cara a la hegemonía derechista del PRI y el PAN. La cara electoral a este proceso, Lopez Obrador.

Hemos estado dejando de lado un aspecto de la izquierda mexicana que tiene vital importancia. La guerrilla como estrategia de lucha. Partimos de la crítica de Concheiro realiza a la generalización de Sader a la hora de localizar el origen de esta estrategia en la influencia de la revolución Cubana. En México los grupos guerrilleros surgen como mecanismo de autodefensa ante el autoritarismo dominante durante la hegemonía del PRI. Resulta muy enriquecedor el enfoque que Montemayor presenta para acercase al conflicto con los movimientos guerrilleros. Es necesario considerar a la guerrilla como un proceso social complejo y no como un fugaz caso de delincuencia. Se debe interpretar el conflicto teniendo en cuenta que existe un vínculo entre los núcleos armados y las condiciones sociales en los que se incuban y sostienen. Surge, entonces, la responsabilidad estatal de no responder al conflicto con una lógica meramente militar que solo ataca a la punta del iceberg perpetuando la violencia estructural que se ha venido ejerciendo desde hace tiempo y que no hace más que fomentar la resistencia armada a los poderes institucionales.

No pretendo legitimar la lucha armada como estrategia posible de la izquierda en Latinoamérica, pero es necesario repartir la responsabilidad en el conflicto. Solo así podemos reconocer los aportes que se hacen desde un lado del conflicto constantemente criminalizado por el imperio y su maquinaria mediática. Pablo Gonzalez Casanova presenta una reflexión política más que válida y que surge de un pensamiento militar en sus orígenes. Se plantea una nueva estructura del poder que abre la puerta a la revitalización de la teoría democrática radical y que es necesaria escuchar. Sobre todo desde la izquierda, que está en constante reflexión acerca de la refundación del estado.

La autogestionaria estrategia del caracol no se casa ni con la lógica del poder estatal ni con sus rupturas anarquistas. Más bien, el proyecto de los caracoles combina e integra a la práctica ambas lógicas, la de construcción de poder por redes de pueblos autónomos y la integración de órganos de autogobierno que luchan por una alternativa dentro del sistema. Es la lógica de los “pueblos-gobierno”. La raíz rupturista se plantea en una construcción de poder que no depende del reconocimiento estatal para organizar su autogobierno. Aquí debemos recordar que esta reflexión política nace abrigada por la cobertura del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional. Surge la duda acerca de la posibilidad de ir generando poder sin el reconocimiento de una fuerza que ampare el proceso político. Lo que está en juego es un pacto social basado en un monopolio de la fuerza. Y la reflexión zapatista no aborda el tema.
Sin embargo el camino abierto por este pensamiento reestructurador del poder debe seguirse y nos lleva necesariamente a cuestionar el actual modelo democrático. Para Gustavo Esteva, México ha tomado conciencia de los límites de la democracia representativa y toca un punto vital que el pensamiento crítico puede retomar para, desde él, imaginar posibles caminos para refundar el estado. Los pueblos Oaxaqueños han implementado un modelo de autogobierno basado en el principio de “mandar obedeciendo”. Al margen de su paralelismo con los commons ingleses, es vital reconocer que lo que se está cambiando en México es el mandato representativo por el mandato imperativo. La cultura política es vital para este proceso y los indígenas mesoamericanos la han cultivado, no reduciéndose a una masa agregada de individuos donde el poder se tiene pero nunca se mantiene o se ejerce, excepto en el acto simbólico del voto.

Es necesario tomar en cuenta que la izquierda Mexicana va más allá de las proposiciones participativas de la democracia, la radicaliza y lo hace desde el entorno comunitario más cercano al ciudadano. Desde lo local. Pero también es necesario sopesar hasta qué punto este proceso democratizador depende del amparo guerrillero y cuáles son sus consecuencias en un posible escenario donde la izquierda suba al poder por las urnas. Podríamos estar ante la necesidad de cuestionarnos si la guerrilla ha conseguido algún triunfo político.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Lula: Socialdemocracia Antiimperialista…y ¿ahora qué?


El Partido de los Trabajadores ha sabido hacer bien sus tareas y se ha consolidado en el poder con un cambio de liderazgo por medio. En las últimas elecciones, la ciudadanía Brasileña dejo claro que el proyecto de democracia social le gusta. De esta forma, Dilma Roussef tiene un doble compromiso. Cumplir ante las expectativas de la base social que durante tanto tiempo siguió a Lula Da Silva y encontrar pautas gubernamentales que sigan dando contenido a esta socialdemocracia.

En este texto, presentamos algunas reflexiones sobre la doble cara del gobierno de Lula que en “el nuevo Topo” dibuja Sader. El objetivo es poder dialogar y seguir algunas líneas que se consideran muy interesantes. La línea se irá centrando en el papel geopolítico que Brasil viene jugando y cuáles son los puntos calientes en la política exterior sobre los que ponemos la atención para ver de qué manera el gobierno de Dilma coge el testigo del sindicalista Brasileiro.

En 2002, Ignacio Lula da Silva sube al poder y pone la guinda al pastel de la nueva Izquierda en Brasil. La victoria electoral de esta izquierda estuvo directamente relacionada con el trabajo de acumulación de fuerzas en la resistencia a la dictadura y en la resistencia frente al neoliberalismo de la década de los 90.
Siendo reduccionistas podemos resumir el gobierno de Lula en sus propias palabras cuando indicó que “Nunca los ricos ganaron tanto ni los pobres mejoraron tanto sus vidas”. Esta doble vía es la que lleva a la necesaria crítica pero también al necesario reconocimiento de sus líneas de gobierno.

Tal y como señala Sader. Desde la izquierda podemos criticar que el modelo Brasileño no haya roto directamente con la hegemonía del capital financiero. De hecho se apoya en su fuerza para impulsar un crecimiento y un “desarrollo” que le permita jugar un papel determinante en las relaciones internacionales. Por otro lado, el gobierno de Lula se alió con el gran capital exportador, perpetuando así la visión de la periferia como despensa del centro. Esta línea es criticable no solo por las consecuencias en el sistema económico, su principal sector aliado fue el agronegocio y los transgénicos. Además este modelo choca de frente con la reforma agraria que el movimiento campesino viene reclamando y ejecutando por su propia iniciativa.

Estas críticas desembocan en una visión del modelo Brasileño como una especie de tercera vía a la latina. Desde una lógica reformista se intenta dar una cara humana al capitalismo. Aún así es necesario destacar que hay una gran diferencia con el modelo europeo y reside en la independencia de su soberanía en las relaciones internacionales. Justamente este aspecto es el que más me interesa señalar como reconocimiento a la gestión del sindicalista, además de la implementación de políticas sociales que realmente inciden en la lucha contra la pobreza, la mejora de la política laboral o el aumento del peso del estado y el freno de las privatizaciones.

El Brasil de Lula no dudó en liderar el proceso de bloqueo al ALCA y de apoyar otros modelos de integración regional que algunos han comenzado a clasificar como cooperación Sur-Sur. Mediante esta política exterior de lucha contra el libre comercio Yankee y de apoyo a la complementariedad latinoamericana, Brasil comenzó a adquirir una posición internacional propia, que le ha llevado a procesos diplomáticos más que interesantes. El último de ellos como mediador en el conflicto que este año han tenido Colombia y Venezuela. De hecho, resulta curioso que este país, aparentemente capitalista este alineado, a nivel internacional, con el principal valedor del socialismo en Latinoamérica, Venezuela, con el que mantiene 27 acuerdos de desarrollo. Esto nos puede llevar a pensar que Brasil está jugando un papel de liderazgo en el continente contraponiéndose directamente al imperialismo estadounidense. Más cuando sus principales aliados comerciales, e incluso militares forman parte del eje BIRC (India, Rusia y China). Lo que hasta hace 10 años eran potencias emergentes, ya comienzan a liderar procesos geopolíticos y Lula ha sabido jugar muy bien sus cartas. Incluso ha tomado parte activa en Oriente medio, situándose del lado de Irán y de Turquía. Este rol jugado tiene dos lecturas interesantes, la primera que ataca de frente al monopolio nuclear del consejo de seguridad de ONU, pero el más interesante desde mi punto de vista, es aquel que le dice directamente a USA que no solo está perdiendo posiciones en Latinoamérica, sino que, en un nuevo mapa geopolítico, Brasil puede tomar partido en Eurasia.
En esta nueva izquierda latinoamericana, Brasil no lleva el peso en cuanto a las alternativas económicas al capitalismo neoliberal , pero sin duda que es el líder en cuanto a plantar cara al imperio Yankee en las relaciones internacionales. Raúl Zibechi llegó a afirmar que el interés que ha impulsado de nuevo la militarización Latinoamericana por parte de la lucha antidroga y antiterrorista yankee, no es tanto controlar el posible ímpetu venezolano, sino mantener presencia ante la amenaza que Brasil constituye al poder hegemónico.

El Brasil que ha cogido Dilma se presenta como el principal contrapoder al imperio en América Latina. Su modelo híbrido, que no rompe directamente con los mandatos capitalistas pero prioriza la mejora de las condiciones sociales, le da legitimidad y reconocimiento. Desde la izquierda se celebra la reelección de la propuesta progresista del PT ya que permite continuar el proceso de acumulación y apoyo de alternativas posneoliberalistas, consolida una independencia del proceso de integración regional frente a la doctrina de Washington y renueva un liderazgo necesario.

Ahora bien, debemos mantenernos expectantes ante el mantenimiento de las políticas sociales, la lucha contra el poder financiero y la necesaria reforma agraria que todavía no ha asumido el estado y que están liderando unos movimientos sociales cuya regresión ha acompañado a la pérdida de conciencia social que Brasil ha sufrido en los últimos 8 años. Ante la nueva presidencia que el país afronta solo nos queda preguntarnos ¿ahora qué?

lunes, 1 de noviembre de 2010

Posneoliberalismo: Nuevos estados y nueva oportunidad para la democracia radical


Tras la crisis del modelo desarrollista en América Latina posterior a la crisis del 29, que se estancó al situar a estas economías en un rol de mero exportador de materias primas, sobrevino la hegemonía neoliberal con medidas ya conocidas, desregulación del mercado, pérdida del papel del estado, retracción de las políticas sociales y transferencia del capital del sector productivo al financiero.

El modelo fue lanzado por gobiernos fuertes y de claro tinte conservador donde Pinochet fue el gran estandarte en América Latina. En el imperio fue Reagan y en Europa la dama de hierro, Thatcher. Siendo quizás algo reduccionistas podemos decir que, a continuación vino una etapa de lavada de cara del modelo gracias a la tercera vía y la adhesión socialdemócrata a las recetas del pensamiento único. Cardoso en Brasil, Pérez en Venezuela o Fujimori en Perú son la versión Latinoamericana, en Europa fueron otros como Felipe González. Cuando este ciclo de gran expansión del modelo y fuerte revés para la izquierda pasó tras las crisis económicas y la progresiva falta de legitimidad ante la ausencia de justicia social, volvieron a la los neocon, con tipos como Bush, Chirac o Aznar.

Sin embargo en América Latina la respuesta fue distinta esta vez, ya que comenzaron a surgir respuestas electas que chocaron y chocan de frente con el neoliberalismo. Desde Chávez en Venezuela hasta Correa en Ecuador, pasando por los demás gobierno catalogados como nueva izquierda, Bolivia, Argentina o Brasil.

La hegemonía del neoliberalismo vio de esta manera como se abría una puerta por la que nuevas corrientes superan y proponen nuevas formas de entender, no solo a la economía, menos virtual y transnacional, sino también al estado, mas relacional y menos institucional, o a la misma democracia, menos representativa y más participativa.

Es relevante hacer mención aquí a la falta de proyección estratégica teórica de esta respuesta, cuya categorización comienza a aceptarse como “posneoliberalista”, que desde la izquierda se ha ido dando. Esta carencia de pensamiento no revela una reacción práctica espontánea, sino más bien, una conjunción de la crisis del propio modelo y el poder acumulado que las diversas estrategias que la izquierda ha ido teniendo en el continente a lo largo del siglo. Así se ve en “El nuevo topo” de Emir Sader, donde se invita al trabajo teórico a “recomponer la articulación entre práctica la práctica teórica y política y, ayudar de nuevo al movimiento popular a abrir caminos de lucha por las reivindicaciones económicas y sociales en las realidades concretas de cada país”.

A la hora de producir el cambio es importante nadar por las aguas del debate entre la lógica reformistas y la revolucionaria ya que puede ayudar a que la reflexión de los países, que todavía son víctimas del neoliberalismo y sus guardianes, se encamine hacia una práctica emancipadora. Así resulta interesante ver en la experiencia latinoamericana que los movimientos (de izquierda) triunfantes articularon estas dos lógicas y combinaron las reformas con modalidades de lucha que rompían directamente con el poder.

Monedero nos acerca a la teoría del estado para entender y situar estos cambios concretos que la práctica política posneoliberalista conlleva tanto para el mismo estado como para la práctica democrática. Retoma importancia una visión del estado como relación social (Jessop) que lo pone a dialogar directamente con dos grandes variables. El desarrollo del capitalismo y el desarrollo de la modernidad.

Dentro de su diálogo con la economía política, el estado en todos los casos ha ido ganando peso en estas sociedades, ya sea mediante la apropiación de recursos que antes estaban en manos invisibles, o mediante un papel más activo en la redistribución de la riqueza mediante un rol más activo, tanto en la inversión social como en la actividad tributaria. Frente a ese capitalismo financiero y salvaje, se vuelve a la nacionalización de recursos y se apuesta por una integración de las economías nacionales en base a criterios, no de libre comercio, sino de complementariedad.

En cuanto a la modernidad, se rompe con el individualismo materialista occidental padre del liberalismo político. Esto nos lleva a un punto que me interesa especialmente resaltar. La democracia liberal-representativa, basada en la equiparación del individuo a su poder electoral: un voto, abre un espacio que la democracia participativa ha sabido explotar para llegar al poder. Así el trabajo por la democracia radical tiene en el posneoliberalismo un contexto muy favorable.

El elemento diferencial (poder constituyente) que ha permitido la ruptura institucional (desde el estado) ha sabido utilizar los canales que la democracia liberal-representativa disponía para plantear opciones radicales (rompedoras con las relaciones de poder existentes). Así, la reconstrucción del estado se plantea como vía de trabajo primordial de la nueva izquierda.

A raíz de lo expuesto, la vía teórica y práctica que cuestiono no es tanto el papel que jugará el estado frente a la economía capitalista, que nos podrían llevar hacia caminos ya reflexionados como el desarrollo endógeno, fuerte inversión social, una fiscalización progresiva, una integración regional que se base en la complementariedad, una tasación al movimiento de capital financiero o el cuestionamiento mismo del crecimiento económico y la legitimidad de la deuda.

Más bien me interesa cuestionar las posibles vías de transformación de las relaciones entre el estado y el ciudadano. Se trataría entonces de centrarse en las vías que acercan al sujeto principal de la democracia, el ciudadano, a la decisión política. Esto nos lleva necesariamente a la reflexión sobre el gobierno local y a la apertura de espacios a la ciudadanía para potenciar su autogestión de la vida pública. El contenido de dicha decisión o gestión? La lucha concreta de cada realidad lo dirá…