domingo, 7 de noviembre de 2010

Lula: Socialdemocracia Antiimperialista…y ¿ahora qué?


El Partido de los Trabajadores ha sabido hacer bien sus tareas y se ha consolidado en el poder con un cambio de liderazgo por medio. En las últimas elecciones, la ciudadanía Brasileña dejo claro que el proyecto de democracia social le gusta. De esta forma, Dilma Roussef tiene un doble compromiso. Cumplir ante las expectativas de la base social que durante tanto tiempo siguió a Lula Da Silva y encontrar pautas gubernamentales que sigan dando contenido a esta socialdemocracia.

En este texto, presentamos algunas reflexiones sobre la doble cara del gobierno de Lula que en “el nuevo Topo” dibuja Sader. El objetivo es poder dialogar y seguir algunas líneas que se consideran muy interesantes. La línea se irá centrando en el papel geopolítico que Brasil viene jugando y cuáles son los puntos calientes en la política exterior sobre los que ponemos la atención para ver de qué manera el gobierno de Dilma coge el testigo del sindicalista Brasileiro.

En 2002, Ignacio Lula da Silva sube al poder y pone la guinda al pastel de la nueva Izquierda en Brasil. La victoria electoral de esta izquierda estuvo directamente relacionada con el trabajo de acumulación de fuerzas en la resistencia a la dictadura y en la resistencia frente al neoliberalismo de la década de los 90.
Siendo reduccionistas podemos resumir el gobierno de Lula en sus propias palabras cuando indicó que “Nunca los ricos ganaron tanto ni los pobres mejoraron tanto sus vidas”. Esta doble vía es la que lleva a la necesaria crítica pero también al necesario reconocimiento de sus líneas de gobierno.

Tal y como señala Sader. Desde la izquierda podemos criticar que el modelo Brasileño no haya roto directamente con la hegemonía del capital financiero. De hecho se apoya en su fuerza para impulsar un crecimiento y un “desarrollo” que le permita jugar un papel determinante en las relaciones internacionales. Por otro lado, el gobierno de Lula se alió con el gran capital exportador, perpetuando así la visión de la periferia como despensa del centro. Esta línea es criticable no solo por las consecuencias en el sistema económico, su principal sector aliado fue el agronegocio y los transgénicos. Además este modelo choca de frente con la reforma agraria que el movimiento campesino viene reclamando y ejecutando por su propia iniciativa.

Estas críticas desembocan en una visión del modelo Brasileño como una especie de tercera vía a la latina. Desde una lógica reformista se intenta dar una cara humana al capitalismo. Aún así es necesario destacar que hay una gran diferencia con el modelo europeo y reside en la independencia de su soberanía en las relaciones internacionales. Justamente este aspecto es el que más me interesa señalar como reconocimiento a la gestión del sindicalista, además de la implementación de políticas sociales que realmente inciden en la lucha contra la pobreza, la mejora de la política laboral o el aumento del peso del estado y el freno de las privatizaciones.

El Brasil de Lula no dudó en liderar el proceso de bloqueo al ALCA y de apoyar otros modelos de integración regional que algunos han comenzado a clasificar como cooperación Sur-Sur. Mediante esta política exterior de lucha contra el libre comercio Yankee y de apoyo a la complementariedad latinoamericana, Brasil comenzó a adquirir una posición internacional propia, que le ha llevado a procesos diplomáticos más que interesantes. El último de ellos como mediador en el conflicto que este año han tenido Colombia y Venezuela. De hecho, resulta curioso que este país, aparentemente capitalista este alineado, a nivel internacional, con el principal valedor del socialismo en Latinoamérica, Venezuela, con el que mantiene 27 acuerdos de desarrollo. Esto nos puede llevar a pensar que Brasil está jugando un papel de liderazgo en el continente contraponiéndose directamente al imperialismo estadounidense. Más cuando sus principales aliados comerciales, e incluso militares forman parte del eje BIRC (India, Rusia y China). Lo que hasta hace 10 años eran potencias emergentes, ya comienzan a liderar procesos geopolíticos y Lula ha sabido jugar muy bien sus cartas. Incluso ha tomado parte activa en Oriente medio, situándose del lado de Irán y de Turquía. Este rol jugado tiene dos lecturas interesantes, la primera que ataca de frente al monopolio nuclear del consejo de seguridad de ONU, pero el más interesante desde mi punto de vista, es aquel que le dice directamente a USA que no solo está perdiendo posiciones en Latinoamérica, sino que, en un nuevo mapa geopolítico, Brasil puede tomar partido en Eurasia.
En esta nueva izquierda latinoamericana, Brasil no lleva el peso en cuanto a las alternativas económicas al capitalismo neoliberal , pero sin duda que es el líder en cuanto a plantar cara al imperio Yankee en las relaciones internacionales. Raúl Zibechi llegó a afirmar que el interés que ha impulsado de nuevo la militarización Latinoamericana por parte de la lucha antidroga y antiterrorista yankee, no es tanto controlar el posible ímpetu venezolano, sino mantener presencia ante la amenaza que Brasil constituye al poder hegemónico.

El Brasil que ha cogido Dilma se presenta como el principal contrapoder al imperio en América Latina. Su modelo híbrido, que no rompe directamente con los mandatos capitalistas pero prioriza la mejora de las condiciones sociales, le da legitimidad y reconocimiento. Desde la izquierda se celebra la reelección de la propuesta progresista del PT ya que permite continuar el proceso de acumulación y apoyo de alternativas posneoliberalistas, consolida una independencia del proceso de integración regional frente a la doctrina de Washington y renueva un liderazgo necesario.

Ahora bien, debemos mantenernos expectantes ante el mantenimiento de las políticas sociales, la lucha contra el poder financiero y la necesaria reforma agraria que todavía no ha asumido el estado y que están liderando unos movimientos sociales cuya regresión ha acompañado a la pérdida de conciencia social que Brasil ha sufrido en los últimos 8 años. Ante la nueva presidencia que el país afronta solo nos queda preguntarnos ¿ahora qué?

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