lunes, 1 de noviembre de 2010

Posneoliberalismo: Nuevos estados y nueva oportunidad para la democracia radical


Tras la crisis del modelo desarrollista en América Latina posterior a la crisis del 29, que se estancó al situar a estas economías en un rol de mero exportador de materias primas, sobrevino la hegemonía neoliberal con medidas ya conocidas, desregulación del mercado, pérdida del papel del estado, retracción de las políticas sociales y transferencia del capital del sector productivo al financiero.

El modelo fue lanzado por gobiernos fuertes y de claro tinte conservador donde Pinochet fue el gran estandarte en América Latina. En el imperio fue Reagan y en Europa la dama de hierro, Thatcher. Siendo quizás algo reduccionistas podemos decir que, a continuación vino una etapa de lavada de cara del modelo gracias a la tercera vía y la adhesión socialdemócrata a las recetas del pensamiento único. Cardoso en Brasil, Pérez en Venezuela o Fujimori en Perú son la versión Latinoamericana, en Europa fueron otros como Felipe González. Cuando este ciclo de gran expansión del modelo y fuerte revés para la izquierda pasó tras las crisis económicas y la progresiva falta de legitimidad ante la ausencia de justicia social, volvieron a la los neocon, con tipos como Bush, Chirac o Aznar.

Sin embargo en América Latina la respuesta fue distinta esta vez, ya que comenzaron a surgir respuestas electas que chocaron y chocan de frente con el neoliberalismo. Desde Chávez en Venezuela hasta Correa en Ecuador, pasando por los demás gobierno catalogados como nueva izquierda, Bolivia, Argentina o Brasil.

La hegemonía del neoliberalismo vio de esta manera como se abría una puerta por la que nuevas corrientes superan y proponen nuevas formas de entender, no solo a la economía, menos virtual y transnacional, sino también al estado, mas relacional y menos institucional, o a la misma democracia, menos representativa y más participativa.

Es relevante hacer mención aquí a la falta de proyección estratégica teórica de esta respuesta, cuya categorización comienza a aceptarse como “posneoliberalista”, que desde la izquierda se ha ido dando. Esta carencia de pensamiento no revela una reacción práctica espontánea, sino más bien, una conjunción de la crisis del propio modelo y el poder acumulado que las diversas estrategias que la izquierda ha ido teniendo en el continente a lo largo del siglo. Así se ve en “El nuevo topo” de Emir Sader, donde se invita al trabajo teórico a “recomponer la articulación entre práctica la práctica teórica y política y, ayudar de nuevo al movimiento popular a abrir caminos de lucha por las reivindicaciones económicas y sociales en las realidades concretas de cada país”.

A la hora de producir el cambio es importante nadar por las aguas del debate entre la lógica reformistas y la revolucionaria ya que puede ayudar a que la reflexión de los países, que todavía son víctimas del neoliberalismo y sus guardianes, se encamine hacia una práctica emancipadora. Así resulta interesante ver en la experiencia latinoamericana que los movimientos (de izquierda) triunfantes articularon estas dos lógicas y combinaron las reformas con modalidades de lucha que rompían directamente con el poder.

Monedero nos acerca a la teoría del estado para entender y situar estos cambios concretos que la práctica política posneoliberalista conlleva tanto para el mismo estado como para la práctica democrática. Retoma importancia una visión del estado como relación social (Jessop) que lo pone a dialogar directamente con dos grandes variables. El desarrollo del capitalismo y el desarrollo de la modernidad.

Dentro de su diálogo con la economía política, el estado en todos los casos ha ido ganando peso en estas sociedades, ya sea mediante la apropiación de recursos que antes estaban en manos invisibles, o mediante un papel más activo en la redistribución de la riqueza mediante un rol más activo, tanto en la inversión social como en la actividad tributaria. Frente a ese capitalismo financiero y salvaje, se vuelve a la nacionalización de recursos y se apuesta por una integración de las economías nacionales en base a criterios, no de libre comercio, sino de complementariedad.

En cuanto a la modernidad, se rompe con el individualismo materialista occidental padre del liberalismo político. Esto nos lleva a un punto que me interesa especialmente resaltar. La democracia liberal-representativa, basada en la equiparación del individuo a su poder electoral: un voto, abre un espacio que la democracia participativa ha sabido explotar para llegar al poder. Así el trabajo por la democracia radical tiene en el posneoliberalismo un contexto muy favorable.

El elemento diferencial (poder constituyente) que ha permitido la ruptura institucional (desde el estado) ha sabido utilizar los canales que la democracia liberal-representativa disponía para plantear opciones radicales (rompedoras con las relaciones de poder existentes). Así, la reconstrucción del estado se plantea como vía de trabajo primordial de la nueva izquierda.

A raíz de lo expuesto, la vía teórica y práctica que cuestiono no es tanto el papel que jugará el estado frente a la economía capitalista, que nos podrían llevar hacia caminos ya reflexionados como el desarrollo endógeno, fuerte inversión social, una fiscalización progresiva, una integración regional que se base en la complementariedad, una tasación al movimiento de capital financiero o el cuestionamiento mismo del crecimiento económico y la legitimidad de la deuda.

Más bien me interesa cuestionar las posibles vías de transformación de las relaciones entre el estado y el ciudadano. Se trataría entonces de centrarse en las vías que acercan al sujeto principal de la democracia, el ciudadano, a la decisión política. Esto nos lleva necesariamente a la reflexión sobre el gobierno local y a la apertura de espacios a la ciudadanía para potenciar su autogestión de la vida pública. El contenido de dicha decisión o gestión? La lucha concreta de cada realidad lo dirá…


1 comentario:

Unknown dijo...

Bu.. no sabia de este blog...Que bien.